sábado, 26 de abril de 2014

25. cerveza número 22

Salí de casa, taciturna...
buscando algo que llevarme a la boca.
Busqué el bar perfecto para darme a la fuga,
Y, en cada sorbo, estabas tu.
Desnudo, flagrante, eterno.
Mordiéndote el labio de abajo.

Y es que te quiero de dos perspectivas.
Quemándome la piel a besos,
saciándome, vaciándome, haciéndome latir más fuerte.
Mirándote desde arriba.
Y desde abajo...
En el reflejo de un espejo...
O en el cristal empañado del coche.

Aun tengo tus recuerdos tirados por mi casa.
Los besos con sabor a café.
El carmín en tu solapa.
El olor de las sábanas.
El mensaje nuevo que nunca me enviaste.

Tengo la piel llena de cicatrices,
de cada besos que esparciste.
Y el alma hueca,
Y el pelo bien peinado.
La falda puesta, las medias sin romper...
Los zapatos en mis pies.

En el quinto bar, a mano derecha,
en la avenida de la madrugada,
en el último trago de la cerveza veintidós.
Entendí la otra perspectiva.

La que juramos no tocar,
la que intentamos no mentar,
de la que huimos...
la que vomitamos tantas veces.
La del miedo.
La del alma.

24. Una de odio

Odio esa manera que tienes de sacarme de quicio
Cuando sales de la ducha y dejas tu ropa por ahí tirada
Odio tu coherencia
Odio tu risa... es como el agua fresquita en verano
Odio tu mirada, tus labios, tus manos, tus pupilas
Y lo bien que te queda la camisa azul marino.

Que te metas conmigo y me hagas reír.
Que me achuches cuando tengo miedo.
Cuando me llamas preciosa,
o dices que soy lo único que llena tu mundo de sonrisas.

Odio tus pestañas, tupidas, rizadas, perfectas
Tus pulgares masajeando mi cuello
Tus yemas ondeando mi espalda.

Que me llames chula y te hagas el malote.
Que me tires besos desde lejos.
O canina, cuando muero de hambre... de ti.

Nuestra manta y tele
Y la forma en que te pones el mando cuando estás en el sofá,
- encimita del pecho -
Cuando me quedo dormida, y a, veces, me despiertas.
Odio tenderme en tu regazo
y ponerte las piernas por encima.

Detesto pasear contigo por el parque
y que tengas que volver a casa temprano
y que me dejes con las ganas.
y que te quiera un poco más.

No me gusta para nada, para nada en absoluto
que me entiendas, y me tiendas la mano cuando me caigo.
O que a tientas nos busquemos sin saber por qué.

Pero lo que más odio, lo que más odio en este mundo de ti...
es que te vayas...
Y me dejes tan pequeña en este mundo.

Porque sin ti una mota de polvo parece una eternidad.

lunes, 21 de abril de 2014

23. Y nos tengamos para siempre.

A estas alturas observo el devenir.
Con el cuerpo cansado,
los ojos hinchados,
la sonrisa a medias.

El sol me aprieta el cuerpo en desmedida.

Y te veo llegar. Agobiado.
En esta riña que no cesa.
Y me das un beso en los labios.
Tierno, fresco... olvidándote de todo.

Derretirte el corazón, quisiera...
y evitar que se derrame a lametazos.
Como haces tú con mis ansias, con mis ganas.

Como brotas mi sonrisa de niña pequeña.
El nervio que hace temblar mi calma.
La seguridad con la que abrazas mi cuerpo,
y dejas caer tu barbilla en mi frente después de un beso.

Y que nos quedemos en el infinito.
El punto intermedio de los dos...
Y nos tengamos para siempre...

22. Desencuentro

Sigue oliendo a pintura y Cristasol
de vez en cuando.
Sigue oliendo a besos frescos,
a desayuno con orgasmos,
a tinta en un posit de buenos días.

Huele a tarde de cine para dos,
a café recién hecho.

A polvos que maquillan nuestras ansias,
y a los culpables que dejan huellas.
Huele a gasolina, a neumático, a noche,
a playa, a un "aquí te pillo, aquí te atrapo"

Huele a tu cuerpo entre mis sábanas.
Huele a tu dicha.
Huele a mis ganas.

21. Lo que ya sabes

Que de antaño, va viniendo en profecía.
Un engaño, una mentira, un "¿Tú qué sabrás?"
"Alba, me has defraudado..."

Deberías darme las gracias.
Después de esto, sólo encontrarás al amor de tu vida.


20. Nada

Cuando discutimos y el mundo se me pone patas arriba... no hay nada.
Ni aliento, ni brazos que nos calienten el costado, ni lágrimas que se puedan llorar.
Nada de nada de nada. Absolutamente nada.
Ni reproches que reprocharse, ni voz que levantarse. Nada.
Abandonados al frío del enfado y sus consecuencias.
A lugares diferentes.
Y cuando digo nada, es nada.
¿A caso has oído tu la palabra perdón?
Yo tampoco...

Cuando aprendas a tratarme con respeto, volveré a existir.

19. Con la cara a medio ver

Ese estado de conmoción duró una mísera brevedad. Estaban por todas partes, con su rostro a medio ver. Pero ella con su color del fracaso no se atrevio mirar. Ni siquiera por el rabillo del ojo. Sabía que ninguno iba a llamarle la atención. Ninguno que desvistiera su cuerpo en la precisión de una mirada lasciva... Ninguno que oportunara la noche, ninguno que la llevara a la cama... Ni tampoco a cualquier lugar. No había nadie... Pero estaban todos... Con el rostro casi cubierto. Pero ella hoy no quería jugar...